*Columna escrita en el tono de una resaca democrática

Hay algo trágico —y hasta tierno, si uno está en modo masoquista— en ver, a la mayoría del país, que ya no le cree a ninguno de sus candidatos, pero igual se toma la molestia de armar elecciones, es como invitar a una fiesta donde todos saben que la música será mala, pero igual se visten para la ocasión. La carrera presidencial en Chile, rumbo a noviembre de 2025, ya comenzó. Y lo hizo con el tono exacto de una comedia negra. Sin gracia, pero con un elenco inquietante.

El casting es generoso. Hay exministros y tuiteros, exparlamentarios y activistas, exalumnos y expiatorios, harto ex, tal vez demasiados. Lo que no hay, y eso es más notorio, es un relato que no suene a déjà vu. O a eslogan reciclado.

Vamos por partes.

I. Gonzalo Winter – Frente Amplio

Winter es la apuesta del Frente Amplio para repetir la jugada Boric. El problema: ya no estamos en 2021. Ni en Plaza Dignidad. Ni en TikTok.

Winter intenta convencer al país de que aún hay algo nuevo que decir desde la izquierda universitaria. Se presenta como reformista, preocupado por el narcotráfico, la economía y la seguridad. Pero lo suyo suena más a paper que a política.

Es el tipo de candidato que cita a Foucault mientras el país grita “¡más carabineros!”. Que habla de gobernanza mientras la encuesta Cadem te baja tres puntos porque olvidaste sonreír.

Tiene carisma de facultad, no de Estado. Y en un país con inflación emocional, eso no alcanza.

II. Evelyn Matthei – Chile Vamos

Matthei no necesita presentación. Ni marketing. Ni afecto. Es lo que hay cuando se agota la paciencia.

La derecha tradicional “la respalda” por una razón básica: les recuerda que alguna vez supieron mandar. Y ella no se cansa de repetirlo. Exalcaldesa de Providencia, excandidata, exministra, ex rival de Bachelet, ex todo. Un archivo Excel con cartera y temperamental.

Encabeza las encuestas no porque represente algo nuevo, sino porque el resto representa menos.

Claro: hay un pequeño elefante en la habitación —que en su caso, viste uniforme y se llama Pinochet—, pero sus seguidores prefieren hablar de gestión, de eficiencia, de “poner orden”. Y los votantes, cansados del caos performático, parecen dispuestos a ignorar el pasado si alguien les promete que no se va a incendiar el supermercado esta semana.

III. José Antonio Kast – Republicanos

Kast fue el outsider. Después fue finalista. Hoy es el hombre que no sabe si llegó tarde o demasiado temprano.

Tiene una base sólida, disciplinada, católica y reactiva. Habla con la seguridad de quien cree que Dios le dictó el programa. Y con la ansiedad de quien sabe que el país no lo comparte.

Su propuesta es clara: retrocedamos. Con orden. Con familia. Con propiedad privada.

Y aunque todo eso suene anacrónico para media población, lo cierto es que, cuando el miedo crece, Kast avanza. Basta que un video de encerronas se vuelva viral, y sube tres puntos.

Su problema no es de mensaje. Es de elasticidad. Kast no dobla. Y en política, los que no doblan, se quiebran.

IV. Johannes Kaiser – Partido Nacional Libertario

Kaiser es el tipo de político que uno esperaría ver en Twitch, no en La Moneda. Irónico, beligerante, ultraliberal. Dice lo que muchos callan y calla lo que la Constitución protege.

No lidera encuestas, pero lidera conversaciones. No tiene un partido fuerte, pero sí un fandom digital con más testosterona que programa.

Su mayor mérito: instalar un discurso anti-Estado sin pasar por Chicago ni por Las Condes.

Su mayor problema: no parece creer realmente que podría gobernar. Es más divertido incendiar que administrar.

V. Carolina Tohá – Socialismo Democrático

Tohá tiene todo lo que la política valora: experiencia, discurso, currículum, agenda. Le falta solo una cosa: épica.

En un país acostumbrado al drama, Tohá es sensata. En un debate donde todos gritan, ella explica. Y eso, en teoría, debería ser una ventaja. Pero no lo es.

La gente la respeta. No la elige.

Tiene el porte de jefa de Estado. Pero la emocionalidad de una tesis doctoral. Y en tiempos de storytelling compulsivo, eso es casi una condena.

Podría ser la carta de unidad del progresismo si Winter se estrella y Boric se diluye. Pero también podría ser la candidata a la que todos le dicen “qué pena, te merecías más”.

VI. Jeannette Jara

Jara no grita. No tuitea. No hace lives. Pero organiza, empuja y negocia. Viene del sindicalismo, del PC, de la vieja escuela que aún cree que el Estado no es un enemigo, sino una herramienta.

Defiende los derechos laborales como si el futuro dependiera de ello. Y quizás tenga razón.

Pero su techo está claro. Chile no vota comunista para presidente. Tolera ministros, acepta alcaldes, incluso celebra leyes sociales. Pero a la hora del voto nacional, el PC sigue siendo el cuco, los come guaguas.

Su discurso tiene profundidad. Pero su electorado, límite. Una candidata de nicho en un país que prefiere centros ficticios antes que convicciones impopulares.

Los temas: seguridad, economía y un poco de ecología (para la foto)

La elección se jugará en tres frentes:

  • Delincuencia: Nadie tiene la receta, pero todos tienen opiniones. El votante quiere sentirse seguro, aunque sea a punta de retórica. Y eso lo saben todos: Matthei promete orden con acento marcial, Kast ofrece penas más duras que la realidad, Kaiser grita “libertad” mientras limpia la pistola imaginaria. Tohá habla de seguridad con lenguaje institucional, Jara invoca justicia social y Winter sigue apelando a los “determinantes estructurales de la violencia”. Spoiler: tampoco lo escuchan.
  • Economía: Crecer, generar empleo, invertir en regiones, bajar la inflación. La promesa clásica, reformulada en lenguaje inclusivo. Pero todos saben que, gobierne quien gobierne, el margen fiscal es un suspiro. Y la reforma tributaria, un campo minado.
  • Medio ambiente: Un párrafo en el programa. Una foto en el sur. Y un hashtag en campaña. Salvo que ardan cinco regiones —en cuyo caso todos se vestirán de verde, al menos hasta el conteo de votos.

¿Y los votantes?

Mal, gracias.

La confianza en la política está en coma inducido. La fe en los partidos, ¿existirá fe en los partidos?. Y la participación, con suerte, en modo ausente.

El votante promedio cree que todos mienten, pero igual vota. No por esperanza, sino por miedo. No por convicción, sino por descarte.

Ya no elegimos a quien nos inspira. Elegimos al que parece menos capaz de arruinarlo todo.

Final abierto (y no muy alentador)

La elección de 2025 será, otra vez, una batalla de nostalgias. La izquierda añora la calle. La derecha añora el orden. Y el centro… bueno, el centro ya ni se acuerda de sí mismo.

Puede ganar Winter, si el Frente Amplio sobrevive su propia biografía.
Puede ganar Matthei, si el país decide que mejor malo conocido.
Puede ganar Kast, si la desesperación es más fuerte que el recuerdo.
Puede ganar Tohá, si los partidos tradicionales del «Socialismo Democrático» deciden que ya no tienen a nadie más.
Puede ganar Jara, si el Partido Comunista consigue alinear a la izquierda sin que explote en veintitrés comunicados, cinco colectividades indignadas y una cita fuera de contexto de Allende.
Puede ganar Kaiser, si la rabia digital consigue traducirse en votos reales.

Podría incluso emerger otro nombre —de esos que aún no aparecen en las encuestas pero ya figuran entre los más de 200 entusiastas con delirio por el sillón del segundo piso inscritos en el Servel, esperando que un milagro, una firma o una tendencia en TikTok los transforme en opción presidencial.

En Chile, la política es un bingo con cartón roto. Puede ganar cualquiera. Pero gobernar… eso ya es otra historia.

Lo cierto es que no se trata solo de quién gana.

Se trata de quién puede gobernar un país que ya no cree en nadie.

Fotógrafo y Comunicador Visual de formación, especializado en desarrollo web, neuroventas y marketing digital. Escribo artículos de opinión sobre política, libros y tecnología, temas que entrelazo desde una mirada crítica, curiosa y profundamente humana. Creo en el poder de las ideas para incomodar, inspirar y transformar.

2 Comments

  1. Excelente mirada a la situación política, totalmente de acuerdo.

Comenta


El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.