No con poca sorpresa he leído está mañana la crónica en donde el medio INTERFERENCIA da cuenta de la forma en como Tomás Barrera, de 22 años y con una trayectoria desde lo 14, en materia de Derechos Humanos y Memoria, engañó a la opinión pública diciendo que era nieto de un detenido desaparecido con el que, finalmente, tiene sólo un alcance de apellido.
No puedo sino relacionar esta historia, de impostura y desparpajo, con aquella que Javier Cercas nos deleitó por allá en 2014 con su novela El Impostor. En donde se nos muestra la historia de Enric Marcó un destacado dirigentes de la causa de DDHH y la memoria que, tras una larga trayectoria, fue desenmascarado en su rol de víctima de la represión franquista y ex prisionero de una campo de concentración nazi. Cercas tiene un relato, que incluye entrevistas al propio dirigente cuestionado, con un estilo que es una delicia, al punto de despertar algún tipo de empatía con el embuste.
Pero como alguien mencionó alguna vez, la historia se da dos veces, la primera vez como tragedia y la segunda como comedia.
Enric Marcó es un gran embustero que, a la larga, construyó una historia de su vida con épica, sufrimiento y arrojo, todas cualidades de las que careció su existencia real. Javier Cercas reflexiona si acaso hay o no culpabilidad en la invención de una mentira, si acaso no es un intento desesperado por construir una vida ejemplar y brillante, diferente a real de Marcó que podría ser anónima y oscura. Una pregunta sin respuesta.
Nuestro impostor es una voz menor. Aunque sorprende que a su corta edad haya sido capaz de elaborar tamaña mentira y también no deja indiferente que instituciones de peso histórico hayan sido presa del embuste.
En nuestro caso el falso nieto de detenido desaparecido, reconociendo su mentira, intenta buscar una justificación «en mi familia me presentaron su caso y en realidad siempre quise creer que era mi abuelo«.
Trata, también, de argüir que lo hecho tiene un sentido altruista: «nunca hubo una mala intención detrás… de hecho no logre nada con esto, solo quise darle un espacio a esas figuras que también quedaron olvidadas, fue un error»
De forma ligera vuelve sobre sus pasos y al desparpajo, e insiste en la idea de formar parte de esa historia que no es suya «sentí que estaba mintiendo. Mi familia también tiene un pasado represivo y había cosas que venían desde ahí»
Luego dispara al córner:»Le hace mal al movimiento de derechos humanos, a la memoria histórica del país y a la lucha por verdad y justicia. Que un sector político lo utilice de esa forma me parece nefasto, pero es de donde se van a agarrar para seguir negando, desmintiendo y distorsionando lo que ya han hecho durante tanto tiempo (…) me da susto como la derecha utilice estos casos»
Tomás Barrera es nuestro propio impostor, alguien que se inventa una vida diferente porque no es capaz de enfrentar la propia. Pero su relato es tan burdo como pobre … Marcó y Barrera, una vez como tragedia y otra como comedia