La tragedia del mega incendio chilote llegó tarde y deslavada a nuestra vista. Cuando la TV comenzó a reportar de ella habían transcurrido varias horas del siniestro, la verdad es que a la hora que la prensa cubrió de «importancia» la emergencia, los carros de bomberos de Puerto Montt, distante a 3 horas de Castro, ya estaban a punto de llegar a la ciudad.
Y es que pese a la diversidad de alternativas para acercar territorios y personas distantes que hoy existen, de las que nos sorprendemos y vanagloriamos a menudo además, Chiloé esta lejos de nuestro imaginario. Es, de verdad y en pleno siglo XXI, una tierra ignota para el Reyno de Chile.
En medio del dolor y la angustia los chilotes han constatado esta lejanía en sus criticas a la precariedad del aparato estatal residente en la isla. Misma situación que explica la escasa capacidad que las instituciones tuvieron para reaccionar a tiempo y entregar una mejor respuesta frente a un incendio que en la práctica duró más de 24 horas. Y, esto también se constata escuchándolos, la lejanía también se convierte en abandono.
«Estamos solos, como siempre, … y solos nos vamos a levantar»
La jornada del viernes 10 de diciembre estuvo marcada por el arribo de cientos de jóvenes, de otros sectores de Castro, que se acercaron a la población devastada para tareas de limpieza o apoyo, en la búsqueda de enseres aún servibles, por parte de las familias afectadas. También se organizaron grupos de vecinos para llegar con comida para los bomberos, en especial los de otras comunas, que trabajaban aplacando los últimos focos.
Al atardecer de ese día, volvieron a sonar las sirenas y los bocinazos, salieron los vecinos y vecinas, a las calles, para armar pasillos de aplausos en agradecimiento a los bomberos de otras comunas aledañas y lejanas que, tras la tarea cumplida, volvían a sus cuartes y hogares.
Las redes de apoyo ancestrales se han activado desde el minuto uno. Pese a la instalación de albergues la mayoría de las familias afectadas pernoctan y se protegen en casas de amigos y familiares.
Las organizaciones sociales, de pescadores, pequeńos productores o deportivas están enfocando su labor en una suerte de «apadrinamiento» a cada una de las más de 200 familias afectadas, Porque en cada sitio de la antigua Villa Camilo Henríquez de Castro, habían hasta dos o tres viviendas.
Pregunto si habrán, entonces, muchas «mingas» no, me corrigen, lo que habrán muchos son los «medán». Y me explican, ambos son trabajos comunitarios y gratuitos, pero en la minga el «beneficiado» recibe a quienes se suman con comida y agasajos para compensar el esfuerzo. Pero un «medán» es cuando quienes van ayudar en al desgracia o la emergencia, además, llevan la comida y los materiales para realizar el trabajo respectivo.
Chiloé, nuevamente, se está levantando y lo hace desde ese sentido colectivo que tiene de vivir su cotidianidad. No hay espacio para el lucimiento personal ni para el individualismo, hay una respuesta comunitaria ancestral que tanto los supera como los protege.
Lo han hecho desde siglos, es su respuesta no sólo a una geografía compleja y desafiante, sino también a la distancia y abandono de una elite santiaguina que «reconoce» estas conductas desde lo exótico y pintoresco. Que es incapaz de descorrer el velo y apreciar, en toda su dimensión y peso, la fuerza que contienen esa comunidad de islas.