Una semana más de Convención y ya las polémicas de funcionamiento van quedando atrás. El trabajo constituyente entra en inercia y los detalles serán parte de la gestión adaptativa de un órgano que ya comienza a dar luces de las tendencias que lo componen, su comportamiento, generación de consensos y balances de cara a la redacción de un texto constitucional definitivo. Se definen certezas, como por ejemplo que a partir de septiembre se estarán discutiendo los contenidos con los que se dará cuerpo a la hoja en blanco.

Ahora bien, ya no solo importa lo que ocurra al interior de la Convención, que parecía ser un conclave papal hasta que se dio permiso al ingreso de la prensa, sino también interesa en demasía las expectativas ciudadanas respecto a este órgano. En un momento de nuestra historia donde la liquidez es parte del paisaje, donde las preferencias políticas de la población están cruzadas por la emoción y el instinto, todo lo que pasa “tiene que ver” o “tendrá que ver” con “algo” que ocurrirá. En simple, no solo importa como quede eventualmente una nueva constitución, ni el desarrollo u operación de su redacción, sino también lo que está pasando en el ambiente; elecciones presidenciales, elecciones al congreso, superación de la crisis producto de la pandemia, entre otras variables.

Lo anterior es clave. La ciudadanía que optó por el apruebo en el plebiscito de entrada al proceso constituyente va quedando huérfana. Así lo demuestra la encuesta “Re Zoom Constitución”, realizada por La Tercera, Criteria y la Cámara Chilena de la Construcción, que indica que un 51% de la población cree que el trabajo de la Convención cumplirá sus expectativas[1]. El dato evidencia una distancia entre el ánimo inicial del proceso constituyente y la percepción sobre el trabajo que se está dando en el órgano. Ahora bien, la misma encuesta revela que la Convención va aparejada con sentimientos de cambio, igualdad y esperanza[2]. En este sentido, si bien la población busca genuinamente que el proceso constituyente sea un éxito, también lo que hace es contener a los extremos, las fuerzas poco dialogantes, en tanto se prefiere lograr las transformaciones con determinación, pero con gradualidad y sin ambages.

No obstante, aquella señal de búsqueda de consensos no es asumida por los grupos más radicalizados al interior de la Convención. La Lista del Pueblo, por ejemplo, que ya ha perdido dos de sus convencionales por esta razón, no entiende que en la redacción de un texto constitucional (cuando no se tiene una mayoría) se traduce como condición obligada el dialogo y los acuerdos con el objetivo de incidir en los resultados finales.

La misma emoción que se volcó al espacio público y que defenestró a la técnica como concepto matriz de buena política, es la emoción que busca vocerear la Lista del Pueblo. Sin embargo, con poca genuinidad, y es por eso que el referente moderado, que fue mayoritario en el plebiscito de entrada, se encuentra vacío. En este respecto, es tarea de las fuerzas progresistas y democráticas, aquellas que actúan como pivote al interior del órgano constituyente, conducir este proceso, derribando la espiral del silencio que produce una estética avasalladora, y porqué no decirlo, con elementos de pop.

Aquí el desafío deben asumirlo las candidaturas presidenciales, que parecieran estar en un compartimento aparte. Los programas presidenciales de los candidatos y candidatas progresistas deben hacer referencia a la Convención, su conducción y disposición a que los resultados de ésta sean un éxito. De las reglas que allí se escriban dependerá la supervivencia del sistema político que conocemos y, en consecuencia, del sistema de partidos que existe actualmente. Y no, que desaparezcan los partidos, más allá del nivel de desconfianza que tiene la ciudadanía en ellos, no es una buena noticia. Una democracia fuerte, tiene un sistema de partidos fuerte, no al revés. La ilusión de los “independientes” es un gigante con pies de barro.

Finalmente, no se trata de ser gatopardo, tampoco se trata de soluciones cosméticas. Se trata de entender las reglas del juego y el funcionamiento de un espacio esencialmente representativo, plural y democrático. Aquí es donde no hay márgenes para el agonismo, sino más bien para construir y colaborar desde una ética del bien común, porque al final del día la democracia no resiste polarización ni extremismos. Queda tiempo y esto recién comienza, no hay que perder la fe y la esperanza de construir un mejor país, porque así como “de los arrepentidos es el reino de los cielos”, “de los moderados es la democracia”.

[1]https://www.latercera.com/la-tercera-domingo/noticia/las-primeras-impresiones-del-trabajo-de-la-convencion-51-tiene-confianza-en-que-cumplira-con-las-expectativas/6CE22F2XLJB55AX4KMRHQQAYVI/

[2]https://www.latercera.com/reconstitucion/noticia/la-convencion-se-asocia-a-conceptos-positivos-como-cambio-igualdad-y-esperanza/BWCRCPP7EBCLTIROKTULZALVQ4/

Analista político con experiencia en investigación y docencia

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