El pasado viernes 1 de diciembre, se inauguró la primera muestra unipersonal de trabajos de Andrés Soffia Vega. El lugar no es nada más, ni nada menos, que su propio departamento devenido galería de arte.

Sin ser uno crítico especializado de arte, la muestra me conmovió profundamente, tanto es así que lanzo algunas líneas desperdigadas por acá para animarles a visitar el departamento de Andrés, que ahora ha decidido que sea un espacio público, aunque sea por unos días.
El término porfía tiene una reminiscencia a rebeldía, a disidencia, a disconformidad. Y los materiales de la muestra acá tienen precisamente esa gracia. Se resisten activamente a ser meros medios al servicio del mercado y, en su resurrección, rinden colorido homenaje a la vida, eso que no se puede (ni debe) vender ni comprar.
Los soportes son tan diversos como el propio artista es. Una caja tetra pack, una toalla pintarrajeada, unas cuantas servilletas. Y sin embargo, en este nuevo ciclo de vida emiten coloridas imágenes que interpelan al visitante. Pese a que el uso original está travestido, trastocado, todavía se cuelan los dobleces, las pistas de la caja de leche que alguna vez fue, de la toalla que alguna vez a alguien secó.
A modo de pequeño Dios, Andrés fija momentos en el tiempo y se pone a bosquejar, a rasgar materiales, a fijar colores, a ubicar alfileres. Las geografías que nos muestra, entre ellas varios bordes de ríos, campamentos y caseríos, no son otra cosa que el país que Andrés ha visto. Quién sabe, el que recorrió o imagina.
A modo de pequeño Dios, Andrés fija momentos en el tiempo y se pone a bosquejar, a rasgar materiales, a fijar colores, a ubicar alfileres
Sirvan estas líneas para entusiasmar a algún fanático o fanática del arte para que se de una vuelta a la muestra. Coordine con Andrés su visita (fecha, hora y lugar al +56 9 5739 6725) y se anime a creer en la porfía que tiene lo pasajero.
