La sociedad se encuentra atravesando un cambio de paradigma del cual es muy difícil ser conscientes. Somos protagonistas del proceso, y eso nos quita la perspectiva necesaria para comprenderlo, para analizarlo y por tanto tomar acciones frente a los hechos.

 

Estamos frente a una sociedad de incertidumbres que privan a la sociedad y los individuos que la componen de referentes concretos, sólidos a los cuales aferrarse y sentirse seguros. Las ideologías, religiones, instituciones públicas y privadas son puestas en cuestión. Transitamos hacia una nueva sociedad que se abre camino en el desarrollo apabullante de la tecnología con alcances sin precedentes y que se mueven a una velocidad logarítmica.

 

Una sociedad que siente que las viejas estructuras ya no son útiles para darle sentido a sus vidas, y una economía global que recorta cada vez más los tiempos entre una crisis y otra. Todo depende de todos, pero nada depende de nadie. Una encrucijada compleja que diluye la cohesión social. Hasta ahora la respuesta viene de dos vertientes: la primera, es la emergencia de los populistas que intentan cubrir el vacío con propuestas aparentemente fáciles como Trump, Bolsonaro, Bukele, Milei o Parisi. Peligrosas respuestas que parecen más una entrada a la autocracia, y de las que luego de un tiempo las personas se dan cuentan del enorme engaño. Pues simplemente no existe una forma sencilla de salir abordar esto.

 

En segundo lugar, se encuentran las respuestas de sectores neoconservadores tipo José Antonio Kast que le proponen a las personas retrotraerse al pasado. Volver a un estado de las cosas en materia económica, política y cultural que ya no es posible. Pues no es posible viajar atrás en el tiempo, y porque sencillamente no todo tiempo pasado fue mejor. Recurren como los Republicanos a negar el presente, negarse al futuro y prometer una falsa esperanza de retornar una sociedad más desigual, pero aparentemente más “ordenada y segura”.

 

¿Qué hacer desde un progresismo responsable? Frente a las incertidumbres, la política, el mundo progresista debe construir certezas, acordar fortalecer estructuras que le permitan a la gente confiar en que aquello que se dice, se cumple. Sacar adelante una economía que adapte a quienes quedan fuera, que se diversifique, que fortalezca el desarrollo local, que agregue valor y que sus resultados se distribuyan de manera justa integrando a quienes quedan debajo principalmente por el avance tecnológico.

 

Pensar en un nuevo Estado, más ágil, moderno y eficiente que transmita resultados concretos. No es posible lograr aquello sin ser capaces de dotar a los gobiernos subnacionales de las condiciones necesarias para avanzar en inversión, desarrollo social y ambiental. Quizás ello requiere ser contraintuitivos y que la gestión sea más corta, pero los tiempos para desarrollar la política y la vida pública sean más largos. No debemos renunciar al cambio, pero debemos ofrecer un cambio tranquilo, responsable y justo. Frente a la inmediatez en el mundo, una izquierda progresista verde debe colocar la mirada en el mediano y largo plazo. Sentar las bases para que, en una sociedad compleja, podamos ser alternativa viable para gobernar de forma inteligente y versátil.

Sociólogo, Máster en Medio Ambiente: Dimensiones Humanas y Socioeconómicas.Fundación Imagina Tarapacá

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