Creo que es necesario que el PPD transite estratégicamente a una nueva fuerza política mayor que reúna contenido político, programático y de estrategia a diversas organizaciones, partidos y personas que deseen darle al país una alternativa de largo plazo, pensando no sólo en las necesidades del presente sino en la agenda sobre el futuro (*).
Las elecciones del domingo 7 de mayo han sido una derrota para toda la centro izquierda, la izquierda y el gobierno. Negar esto sería desatender una premisa esencial para una reflexión seria sobre lo que ha ocurrido. El documento que leen ahora no es una conclusión final o una síntesis total, sino un aporte al debate y discusión necesaria para las y los militantes del PPD. De una reflexión prudente y profunda podemos sacar lecciones importantes que nos vuelvan a colocar en la centralidad de la política nacional y global.
1.- La derrota electoral
La derrota electoral que venimos experimentando los últimos años tiene su origen en una derrota política más profunda. Nuestra capacidad para comprender los fenómenos sociales, políticos, económicos y culturales de Chile en las últimas décadas se ha debilitado. Una de las causas de esa falta de comprensión a mi juicio, es la reducción de un espacio de profundidad y densidad de la propia discusión política e ideológica, y por otra, un desbalance de quienes ejercemos la política, que ha estado más ocupada de administrar el poder en sus distintos niveles, más que de pensar el cambio en la sociedad. Ese desequilibrio nos lleva siempre a utilizar categorías de cohorte más electoral que político, hay ausencia de ciencia en nuestras decisiones, generando una propuesta ideológica frágil.
Nuestro partido y otras organizaciones políticas tradicionales debilitaron su capacidad sistémica para evolucionar, perdiendo el foco y atrincherándose en explicaciones que más que comprender los cambios sociales, justifica su propia acción para la supervivencia orgánica. En los últimos procesos electorales nuestro accionar ha estado más ocupado en no desaparecer que en profundizar un campo político macizo que conecte con los asuntos de interés de las mayorías.
Carlos Hunneeus se suma a la constatación que diversos sondeos muestran la desafección sistemática de las personas con los partidos políticos y sus ideologías. Entonces, nuestra explicación de resultados, incluso atendiendo aquellos aspectos donde existen vasos medios llenos desde el punto de vista electoral, necesita una acción que nos conduzca a volver a rellenar de contenido político la propuesta de un mundo social, progresista, y junto con ello, elaborar un agenda coherente de quienes participamos de la organización en su concreción frente a las y los ciudadanos.
2.- Política delivery
La sociedad, así lo describió Bauman, producto de la globalización del capital y sus relaciones económicas diluyeron los sólidos que permitían a las personas y sus sociedades sentirse así mismas seguras y parte de un proyecto mayor. La conexión del proyecto individual y el proyecto colectivo de la sociedad se fracturó. Ciudadanos ahora consumidores son parte de una nueva cultura de la inmediatez que tienen una relación mecánica con las redes sociales y la virtualidad. Si pueden comprar, vender e informarse a través de sus celulares con alta velocidad, por qué no trasladar ese mismo mecanismo a la resolución de lo público. Parece razonable que las nuevas generaciones utilicen estas conductas, una nueva cultura del delivery, en el campo de lo social, económico y político. Sin embargo, en la otra vereda tenemos instituciones lentas, burocráticas e incomprensibles para un exigente consumidor de la inmediatez. Innenarity nos dice que la democracia se ha vuelto ineficiente, y que, por lo tanto, se configura una incapacidad para lograr administrar la complejidad.
La política y sus instituciones no están cumpliendo con las expectativas porque no logran resolver en los tiempos esperados los problemas existentes. Algunos de ellos con larga data en la sociedad chilena, y otros nuevos que emergen.
En este sentido la orgánica de los partidos tampoco responde a las formas de organización y movilización del siglo XXI, incluso ahora en la discusión de la comisión de expertos sobre sistema político, el debate sigue anclado en posiciones estructurales de los clásicos de la teoría política, sin ofrecer ninguna innovación. Me atrevo apostar, que la inteligencia artificial y su desarrollo tecnológico terminarán por imponer una forma de organizar y decidir que amenazarán la deliberación humana y sobrepasarán al paradigma actual. Nos enfrentamos a uno de sus cambios más importantes en la historia desde la revolución industrial de alcance completamente sistémico y por lo tanto global.
Una ciudadanía con menos contenido político ideológico queda a merced de los algoritmos que agrupan intereses coyunturales para luego influir en la conducta social. Estos elementos que no puede dejar de estar presentes en nuestra comprensión de que lo pasa a nivel político y social, donde el populismo, el conservadurismo ha logrado captar tan sólo una parte. Ya que lo que hace, y lo ha hecho siempre, es concurrir con una oferta digerible sobre la moda y la media de los discursos.
Lo que antes era una estrategia de marketing y comunicación política, se ve profundizado por la capacidad de la tecnología de incrementar exponencialmente su eficiencia en la construcción de opinión pública, moviendo con mayor precisión la conducta político – electoral. Nosotros parecemos estar en la edad de piedra frente a estos desafíos. ¿Qué haremos nosotros frente a esta realidad? Es una de las preguntas que debemos contestar si queremos buscar alternativas a una ola conservadora, que, si bien se le ha catalogado como pendular, puede durar un buen tiempo en uno de los extremos.
3.- Generaciones abandonadas
El diagnóstico se repite en Estados Unidos, España, Inglaterra y Chile entre otros. Quienes hace 30 años eran generaciones a cargo de la sociedad, ven como su trabajo se esfumó, como su identidad se deteriora, y su posición en la estructura social se desvanece. Peor aún, nuestra impronta identitaria de izquierdas “contemporáneas” coloca a estos grupos de la población en el rincón de los culpables, de los nuevos marginados, sin respuesta ni consideración de un discurso progresista que se movió de causas materialistas a causas identitarias sin transición mediante.
Todos los estudios electorales demuestran que hombres mayores de 50 años (en Chile incluso alcanza a los de 40) se han volcado a votar por la derecha ultraconservadora, incluso cuando antes no lo hacían. ¿Por qué? La respuesta, en mi opinión, es que el discurso ultraconservador les ofrece un imaginario que cubre su necesidad. Les dice que volveremos atrás. Que recuperarán sus trabajos, su estatus, su posición social. Nosotros sabemos que eso no es posible, pero en vez de pararnos a pensar cómo construir una alternativa, los hemos abandonado y permitido que el mundo ultraconservador y los populismos les conquiste.
Un ejemplo, es la región donde vivo, para ejemplificar a que me refiero y el avance de la derecha y el partido de la gente.
En Tarapacá, una población de poco más de 300 mil habitantes. Según cifras del Ministerio de Desarrollo Social existen unas 70 mil personas se encuentran sin escolaridad completa. Al mismo tiempo, de las regiones mineras de Chile, Tarapacá es la que menos contratación de mano de obra local tiene la gran minería. Esa población que queda fuera del sistema económico, productivo y social más atractivo y recompensante desde el punto de vista del sueldo.
¿Qué pasa? Se vuelca hacia a la economía de la informalidad o deambula en la precariedad constante. Esos grupos de personas crean un resentimiento profundo con quienes a su juicio gozan de privilegios que ellos no tienen ni alcanzarán. Culpan al gobierno, a cualquier gobierno de su situación y responden políticamente desde la apatía y la despolitización. Perciben que los derechos y garantías, que deberían ser propios se los entregan a otros. Esos otros son los migrantes, los ricos, los políticos, los funcionarios públicos. Siempre es el otro. Las mujeres también son parte de este ejemplo. Más del 60% de las mujeres que están en el registro social de hogares son jefas de hogar. Esas mujeres ven amenazadas sus fuentes de ingreso, su vida y su seguridad frente a la delincuencia, la precariedad económica y la falta total de oportunidades.
Conforme pasa el tiempo los empleos que acogen a sectores menos cualificados van desapareciendo. Es cosa de ir a una tienda, un supermercado, una estación de servicios. Nuevamente la informalidad y la precariedad de las ventas online se convierte en un refugio de subsistencia para miles de mujeres. Debemos reconocer que en los gobiernos de la presidenta Bachelet algunos de estos temas eran parte de la agenda de las políticas públicas que se emprendieron, pero no necesariamente de la acción política de la centro izquierda y la izquierda que en mi opinión se volcaron a un discurso de élites o pequeños grupos. Tener estos elementos presentes en un proceso evolutivo del pensamiento y la acción política son muy importantes. Los sectores que nos abandonan electoralmente lo hacen porque hemos sido incapaces de conectar con la realidad de las mayorías, que siguen siendo materiales, concretas.
4.- La responsabilidad del Gobierno
El gobierno no ha logrado cumplir las expectativas que generó a su llegada, y no por su falta de convicción o ideas. Creo que tienen claridad sobre los problemas del país, pero sin lograr encontrar los momentos, la velocidad, y los instrumentos adecuados en su primera etapa. Existe una herencia con la que les ha tocado lidiar, pero constatar este hecho frente a los ciudadanos no es suficiente explicación. Los expertos en encuestas y resultados electorales nos señalan que el gobierno tiene una adhesión estancada y no consigue, tal vez por elementos explicados más arriba, mejorar su percepción positiva pese a los logros demostrables de los últimos meses.
Es posible que no sea sólo un asunto de ideas o proyectos de ley. Las prácticas no han cambiado en absoluto y los énfasis son más estéticos que profundos. No hay descentralización del poder, no existe “esas nuevas formas de hacer política”. Un diseño inadecuado para gobernar nuestro extenso y diverso territorio donde pasar del centralismo absolutista a la descentralización democrática debe tener una estrategia, un método y por sobre todo una pedagogía que no existe hasta ahora.
Un gobierno que se percibe errático en las decisiones. Pero que ha tomado el pulso de la realidad y lo ha llevado indefectiblemente a realizar cambios de dirección. Esto puede verse como un valor positivo del gobierno. Sin embargo, no parece ser percibido de la misma forma por la mayoría de la gente.
No dejo fuera del análisis una oposición implacable que amplifica los errores y torpedea con todo los avances del gobierno. ¿Pero qué más se podría esperar? si en política las cuentas se pagan, y la oposición tienen muchas cuentas por cobrar. Es voluntarista creer que no sería de otra manera, por lo cual la estratégica política no puede verse sorprendida por ello.
Cuidado con creer que la solución a eso somos nosotros. Porque nosotros (fuerzas políticas tradicionales hoy en día) no ofrecemos algo diferente, sino que más de lo mismo. Porque tampoco hemos sabido construir un espacio contundente, reconocible y conectado con la ciudadanía y donde administrar el poder signifique la solución concreta de los problemas que las personas demandan. Ese es justamente nuestro desafío.
En las últimas elecciones, nuestras y nuestros candidatos han debido cargar con el peso de la adhesión y la crítica al gobierno. Pese incluso al desmarque que se intentó realizar, la polarización de la sociedad dejo debajo de la alfombra dichos esfuerzos.
5.- La marca importa, porque el mensajero también es el mensaje
Foucault nos enseña que el discurso no sólo importa en sí mismo, también importa cuándo, dónde y quién lo dice. El PPD es un partido que tiene deteriorada su marca. No porque no tengamos ideas, no porque no hayamos sido un aporte valioso a la sociedad chilena en el retorno a la democracia y la transición. Son las prácticas de quienes han colaborado a diluir la coherencia entre lo que se piensa, lo que se dice y lo que se hace, las que convierten al PPD en una marca que no contribuye a reconstruir la confianza entre el proyecto individual y el colectivo que significan los partidos, y los resultados están allí de forma nítida.
Hay quienes creen que la marca es un asunto irrelevante, y que no es suficiente para salir del problema. Sin embargo, si bien no es todo el problema, es una parte importante de él. Porque el PPD también son quienes lo representan. Cada error le suma mayores costos a la marca e involucra a todas y todos quienes militan sin excepciones.
De no comprender esto con la suficiente responsabilidad sólo estarán presionando la salida de quienes aún tienen compromiso.
Es necesario una transformación evolutiva de nuestro partido, que no desecha lo realizado en estas más de tres décadas, sino que comprende y asume la necesidad de pasar de un estadio a otro, uno mejor que ofrezca una propuesta para el país, y que junto a otras y otros abriremos un nuevo espacio de futuro común.
6.- ¿Hacia dónde ir en el futuro?
En primer lugar, estas reflexiones no son, como ya dije al principio, una conclusión final. Debemos organizar una reflexión dándole conducción para que sus resultados ofrezcan una acción democrática.
Nuestro partido debe mirar el futuro, y no creer que esto es un retroceso. Volver atrás, si es que efectivamente hay un pasado al que volver, no es en mi opinión el camino correcto.
En segundo lugar, creo que necesario que el PPD transite estratégicamente a una nueva fuerza política mayor que reúna contenido político, programático y de estrategia a diversas organizaciones, partidos y personas que deseen darle al país una alternativa de largo plazo, pensando no sólo en las necesidades del presente sino en la agenda sobre el futuro.
Esa nueva forma de organización, que puede ser un nuevo partido, una federación de partidos y organizaciones nacerá de una reflexión profunda y prudente.
En tercer lugar, una nueva formación política debe también reparar en sus formas de organización y representación. El paradigma de organización del siglo XX no se condice con las practicas actuales de la organización social. Si realmente deseamos dar un salto evolutivo, y decimos querer conectar con los cambios, entonces debemos también discutir cómo nos organizamos y representamos. Sólo a modo de ejemplo, los partidos no pueden seguir siendo y pareciendo el rincón de unos pocos que muchas veces nos representamos así mismos, sino un lugar de deliberación democrática de quienes a su vez representan espacios organizados de la sociedad civil, en un nueva democracia en red.
Los partidos vaciados muchas veces de militancia activa, pero que sus miembros son parte de las organizaciones y estructuras de la sociedad civil deben tener una cabida institucional, de igual forma a quienes participan de las instituciones de representación democrática de la República bajo un marco de valores políticos, sociales, económicos y ambientales compartidos con una reglamentación concreta y coherente.
La nuevas organizaciones deben tener la capacidad de ser flexibles para generar subsistemas de representación y acción política frente a los desafíos comunes y las vocaciones de territorio. Un nuevo proyecto político debe tener presente la representación territorial y la autonomía de ejercer la acción política en el marco de los valores compartidos y la disciplina hacia ellos.
Las derrotas en política siempre son circunstanciales, pero nos permiten aprender y mejorar. La oportunidad no debe ser vista como una respuesta del miedo o la amenaza, ya que eso nos acorrala en una reflexión lineal que en mi opinión es equivocada, sino como una oportunidad de dar un salto hacia algo mejor conservando lo bueno y adaptándonos.
Gracias por haberte dado el tiempo de leer, aunque no estes de acuerdo con todo, espero que tus propias ideas se reúnan para así tener una acción común que le brinde nuestras y nuestros ciudadanos un mejor futuro.
(*) Gonzalo Prieto Navarrete, es Presidente Regional del PPD de Tarapacá