En 2020, Chile vivió un evento lamentable en el Congreso. La Cámara de Diputados rechazó el proyecto de Educación Sexual Integral (ESI), el cual requería 89 votos a favor pero solo obtuvo 73. Desde entonces, nuestro país ha permanecido en un estado de estancamiento alarmante. Sin embargo, parece que el viento podría estar cambiando. El 18 de abril de 2023, la Cámara de Diputadas y Diputados aprobó el proyecto de resolución N°648. Este avance solicita al presidente Gabriel Boric la implementación de una política de Educación Sexual Integral, abogando por su inclusión desde la educación parvularia. Pero, ¿por qué es esto tan esencial?
Los datos son claros. Aunque logramos una disminución significativa en el embarazo adolescente, de 56 por mil en 2008 a 23 por mil en 2018, según datos de Injuv, aún queda mucho por hacer. La Educación Sexual Integral puede ser un factor decisivo para que nuestros jóvenes vivan una sexualidad informada, segura y libre. No podemos permitir que prejuicios cuestionables obstruyan la necesidad de encarar estas realidades de manera responsable y efectiva.
La importancia de la ESI se hace aún más evidente al considerar el alarmante incremento de las Infecciones de Transmisión Sexual. En 2022, observamos un aumento del 63% en los casos de VIH, los cuales afectaron principalmente a jóvenes de 15 a 29 años. A pesar de contar con medidas preventivas efectivas como la pastilla PrEP, que reduce el riesgo de infección por VIH en un 97%, solo 865 pacientes en Chile la consumieron en 2022, según datos de Onusida. Más preocupante aún, 20 mil personas en Chile están viviendo con VIH sin diagnóstico ni tratamiento.
Esto resalta la urgencia de la educación. Durante mi último test de VIH, el cual realizo por prevención cada tres meses, pude presenciar el déficit educativo de manera directa. De ocho personas que recibieron una breve charla sobre educación sexual, seis respondieron de manera incorrecta a la mayoría de las preguntas. Sin la ESI, estas cifras no harán más que crecer, y enfermedades como la sífilis, que actualmente representa el 50% de los casos de ITS en el país, seguirán avanzando.
Además, la ESI tiene el potencial de ir más allá de la prevención de embarazos no deseados y enfermedades. Puede ser una herramienta para desmantelar barreras culturales y prevenir la discriminación y el odio. Según el XXI Informe Anual de los Derechos Humanos de la Diversidad Sexual y de Género, en 2022 los crímenes de odio contra la comunidad trans aumentaron en un 145%. Y aunque las denuncias por discriminación disminuyeron un 6,1%, estamos presenciando actos de discriminación a niveles alarmantes, incluso hacia los más altos rangos del gobierno. El ministro Ávila, por ejemplo, será objeto de una acusación constitucional basada exclusivamente en su orientación sexual y en ningún caso por su liderazgo.
La sociedad chilena se encuentra en un punto de inflexión, en un camino donde la diversidad emerge como el árbol más robusto en el bosque ciudadano. Este árbol, con sus múltiples ramas, representa cada sector de nuestra sociedad, cada orientación sexual, cada género, y cada individuo que lo compone. Pero este árbol necesita cuidado, necesita comprensión y, sobre todo, necesita ser reconocido como una parte integral de la floresta que constituye nuestro país.
Las nuevas generaciones, las semillas que se preparan para crecer y tomar el lugar que les corresponde, merecen un Estado que reconozca la diversidad como un valor positivo, que proteja estas diferencias como un plus y que les eduque para convivir en paz, en respeto y en solidaridad. Los jóvenes no deben buscar en los espacios extranjeros de las redes sociales la información y la aceptación que deberían recibir de su propio país, de su propio sistema educativo.
Chile merece un sistema educativo que entienda la diversidad de sus habitantes y se haga cargo de ella. Un sistema que no solo observe el árbol de la diversidad, sino que lo riegue, lo proteja y lo celebre. De lo contrario, no estaremos combatiendo de raíz las ITS, la discriminación y factores socioculturales que pueden ser erradicados con un plan educativo sólido y bien estructurado.
El árbol de la diversidad no puede seguir siendo malinterpretado ni maltratado. Es hora de nutrirlo, de permitirle crecer en todo su esplendor. Es hora de que la educación sexual integral sea parte de la solución, y no un proyecto estancado en el parlamento. Porque sólo cuando cada rama de nuestro árbol se fortalezca y florezca, sólo entonces, podremos decir que somos una sociedad verdaderamente equitativa, inclusiva y progresista.