Desde el 04 de septiembre hasta el 07 de mayo, se produjo un periodo de legitimación de un relato anti progresista que culmina con un triunfo no sólo político sino cultural. 

Hoy por hoy la derrota del 04 de septiembre de 2022 es el inicio de un clivaje político de duración indefinida. El último de los hitos de tamaña envergadura fue el Plebiscito del Sí y del NO en 1988, la geografía política resultante de ese proceso demoró más de 20 años en ser modificado. Elecciones más elecciones menos los resultados de cada una de ellas no movían mucho la aguja, hasta que apareció el ausentismo electoral y el voto blanco de protesta.

El Plebiscito donde resultó ser ganador el Rechazo marcó el resultado de la elección del pasado 07 de mayo, los guarismos fueron casi exactos en términos de la elección de Consejeros Constitucionales. Esto es una derrota política, ciertamente, pero es por sobre todo una derrota cultural.

Las malas cifras electorales no son sino la constatación del retroceso que las fuerzas progresistas experimentamos en el campo de las ideas, respecto de las fórmulas para resolver los problemas del futuro cercano y, lo que es más preocupante, de las ideas que explican el pasado reciente de la historia de Chile.

Desde hace ya varios años apreciamos diferentes estudios que dan cuenta del desapego que los chilenos y chilenas tienen respecto a la democracia, y sus pilares fundamentales, como el mejor modelo para resolver los conflictos sociales y políticos. Pero hoy, además, se evidencia que cada vez son más los que creen que las razones de las FFAA para dar un golpe de estado en 1973 son justificables.

Todo esto evidencia que el retroceso es más profundo y que, más allá de preocuparnos de fórmulas electorales, más o menos eficientes, lo que de verdad debemos hacer es atender al debate de las ideas. A la creación de plataformas culturales y entidades de debate púbico que permitan ir más allá de las redes sociales e instalar conversaciones en todos los niveles.

Sólo así la derrota cultural de estos días podrá ser superada, para recuperar el andar en el camino de donde las sociedades abren el espacio a una democracia fundada en el respeto de los DDHH.

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