No siempre se tiene la oportunidad de presentar un libro de poesía . He tenido la distinción de ser invitado por el poeta Sergio Venegas y el director del liceo Pablo Neruda de Temuco, Juan Carlos Duran a comentar el último libro del poeta y profesor Venegas titulado «Herencias».

Que maravilloso hacerlo en un liceo (y que hermosa costumbre puede ser que los libros de poesía se presenten en el liceo Pablo Neruda dónde estudió el más grande de los poetas de hispanoamérica). el profesor Lautaro Cánovas me contaba de lo poderoso que resultaba ver a Jorge Teillier hablando de poesía y fútbol en los recreos y conversando con otros escritores que le visitaban. Es hora urgente para que los liceos vuelvan a ser el faro de los escritores, pintores y músicos. Si se inicia ese camino solo cosas hermosas pueden comenzar a pasar. Conocí a Sergio hace unos 10 años. Yo era director del centro cultural de Lautaro y él llegó a plantearme la presentación de otro libro: uno de historia local que cuenta con detallada documentación sobre los migrantes suizos que llegaron a Lautaro. Esa ocasión también permitió que el poeta me regalara uno de sus libros de poemas que guardo con siciliana seguridad para leerlo en esas noches de insomnio, de nombre «Rescoldo». Esa mixtura de la historia y la poesía aparece siempre en la poesía del profesor Venegas.

En el libro herencias aparece retratado el trabajo duro de la construcción del túnel las raíces las tragedias que le acompañaron. La poesía nos permite acercarnos al dolor de esos obreros y a la esperanza de sus familias por conseguir algo mejor viniendo de lejos a tamaña tarea. La poesía de Sergio sacude desde la entrada. Viene tejida en dos lenguas, la del despojado y la del despojo. En su poema herencias, Sergio lanza un verso que podría ser el faro de la enseñanza del mapuzungun «Lonquimay,tu idioma primitivo se quedó enraizado en los paisajes». Cuando una lengua queda así pegada a la tierra es imposible hacerla desaparecer, olvidarla, ponerle diccionarios encima y aplastarle.

El poeta como si escribiese bajando del río describe todo con un ritmo a veces lento como en el nacimiento del Bio Bío y de pronto raudo. Así nos muestra al Rio bio bio: «eres un diestro jinete galopando». Sobre el volcán nos dice «es el Lonquimay que ruge tratando de escaparse y sin embargo hay algo que lo sujeta roca adentro». Cómo en la serie guerra de tronos donde el invierno se acercaba con su manto oscuro de malas noticias aquí en la poesía de Sergio el invierno también aparece complejo, con la diferencia que los choroyes hablan en la poesía de Sergio y nos avisan que viene la estación del frío y de la nieve.

Sergio es profesor, es alguien que sabe de letras, es además historiador y conoce de lo que ha pasado por estos lados de la comarca. Lo sabe por los libros, pero tengo la inquietante sospecha que este libro nos da otras pistas de su conocimiento: las fuentes primarias de Sergio están en el aire… volando en bandadas, son pájaros que le cuentan cómo las avutardas huían del ejército y debe haber sido un choroy el que le ha contado que «Paulino Hauiquillán observaba desde lejos, lanza en ristre,extraño movimiento de caballos…». La poesía de este libro es tremendamente actual, sin un atisbo de poesía de protesta o contestaria, deja caer con un prodigioso ritmo la verdad del conflicto que vive el sur de chile.

«Los hombres se miran a los ojos
y hacen pacto…
Sin embargo a poco andar
otros hombres olvidaron las palabras
que esa tarde de enero
sellaron pehuenches y soldados».

Mirarse a los ojos, parlamentar, confiar en la palabra. No dice el poeta de dónde son esos hombres que desconocieron los acuerdos, pero la poesía de Sergio sin poner GPS, los ubica diligentemente en alguna oficina de Temuco o de la capital del reino. En otro bello poema titulado «ayeres» Sergio toma una cámara de televisión o se viste de reportero radial para decir lo que ven los chilenos cada invierno por televisión, pero no lo dice en clave periodística. Con un criminal destello de lucidez poética nos dice

«Y cuando la lenta nieve
caía silenciosa en el poblado
eran tres a cinco meses
dolorosamente abandonados…

Hay tantos vuelos en este libro y tantos recados que es recomendable tomarlo en la pausa de la vida y leerlo. Está ausente del griterío de las ciudades. Tiene un fogón para contrarrestar el frío saludar de las personas de Santiago. Sergio ha recibido de los pájaros toda la historia de sangre que corre por ese río que es un punto seguido en este libro. No es común que tú vayas caminando por Lonquimay y te hablen los pájaros. No basta ser profesor, es requisito indispensable ser poeta.

Los pueblos pequeños como Lonquimay en la poesía de Sergio parecen duros e implacables. El tiempo pasa pero el rostro y el alma de sus calles y cerros seguirá igual. En el poema rebaño Sergio nos dice

«Así ha sido desde el tiempo del abuelo
y así será eternamente
la rutina del rebaño:
en la mañana cerro arriba
y en la tarde, cerro abajo…»

Aunque parece todo detenido en estas tierras. Sergio vuelve a la carga para lanzar un hasta cuando Fortunato, dónde el inicio del poema es una de las esquinas más tristes de este libro

«Eras retoño de mocetones bravos,
eras herencia
de apellinados picoyos
y, sin embargo, el vino peñi;
sin embargo…»
El vino aparece en este libro como una maldición » «Sobre la pequeña mesa
a medio terminar
otras tres eternidades de pipeño…
La muerte, el quedarse atrapado en el invierno es relatado en insomnio
INSOMNIO
Los perros lloran lastimosos esta noche.
Seguramente alguien morirá en el pueblo.
No se duerme,
cada cual piensa en sus muertos:
los abuelos, los vecinos,
la hermana de los Linco
que se perdió en la nieve aquel invierno.
Los perros lloran esta noche…
El puelche sacude en cada casa
sus viejos maderos
y algún viejo caballo
relincha en un potrero.
Los perros, esta noche,
presagian que en la nieve
alguien perderá el camino de regreso…

Y en su poema DECESO, los perros de nuevo le hablan al poeta y a todo el pueblo…

«El abuelo despertó
como siempre muy temprano esa mañana
y pidió que le hicieran
un asado de cordero.
“Voy a morirme”, pronunció despacio
y entregó al mayor de sus tres hijos
algunos urgentes encargos.
Los parientes ya saben la noticia allá lejos:
hace días que vienen soñando el mismo sueño
y no dejan de llorar los perros»

Este libro está claramente domiciliado en Lonquimay. Allí está su Sangre que ha poblado cada verso, sin embargo tambien es un canto a la profundidad rural de Chile. En herencias, el canto de los pájaros, el llanto de los perros algo indican. La palabra del mundo rural, el vino para dominar la tristeza, las calles silentes esperando el invierno. Es un chile que ha ido desapareciendo quedando aún sujetado con una gigante piedra en lugares como Lonquimay.

Les invito a leerlo de abajo hacia arriba o de arriba hacia abajo, encontrando las claves de la portentosa geografía física y cultural de uno de los lugares más bellos de nuestro país. Les invito a regalarlo a aquellos compatriotas que perdieron todo contacto con la tierra y creen ilusamente vivir eternamente en el verano.

En tiempos de debate educacional que hablan de deserción escolar es portentoso el hermoso poema COLEGIAL

José Manuel llegó mojado
este lunes del colegio.
La nieve no cesa
desde el jueves en el pueblo.
Sin embargo,
en la escuela lo esperaba
un tibio desayuno con galletas
y esos libros con dibujos
y un gigante abecedario…
Eran cerca de las nueve
cuando Ofelia le abrochó
su viejo abrigo
y un pantalón de tela
que le dieron en la iglesia
aquel domingo…
Son las cinco de la tarde;
José Manuel llegó mojado del colegio.
Pero en la ruca arden todavía
algunos leños
y Ofelia, entre el humo y el rescoldo
va secando la ropa
de su pequeño nieto…

Es el mejor libro de invierno que he leído.

Da frío, da pena, dan ganas de morirse de amor o de rabia, pero la esperanza como el río eterno que atraviesa estás páginas nos sigue manteniendo a tope. La esperanza de esa abuela que tiene aún la fuerza para mantener el calor y la energía de la vida. Es cierto el invierno se acerca (solo basta mirar mi cabeza para darse cuenta) pero aquí estaremos mirándole a los ojos, tomando mate, protegido por los espíritus de la cordilleras y por la poesía de Sergio Venegas.

Profesor de Historia y Geografía de la Universidad del Bio Bio. nacido en la galaxia de Tomé. Ha trabajado de mesero, tripulante pesquero, catador de piures y postulante fallido de defensa central. Escribe poesía cuando está enamorado.

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