Lo que queda claro es que el norte, y su gente, aportan al país de una forma complemente asimétrica en virtud de lo que recibe a cambio. El poder central ahoga sistemáticamente las posibilidades de desarrollo de los territorios y los resultados saltan a la vista todos los años.

El norte desde su anexión al territorio chileno después de la guerra del pacífico ha sido, antes y después, una zona de enorme importancia para todo el país. Con los recursos del salitre, Chile fue capaz de hacer crecer su economía durante más de 50 años. Medio siglo en el que nuestras regiones beneficiaron a las arcas nacionales y por consiguiente el desarrollo de todo el país.

Mientras todo ello ocurría, el norte fue y ha sido una zona de abandono y sacrificio frente al poder central.

Luego ha sido la pesca, donde las grandes familias de Chile central explotaron la pesca extractiva hasta que casi no ha quedado nada. Ahora lo único que se produce es harina y aceite, dejando un pasivo ambiental casi irrecuperable.

Finalmente, ha venido la minería. Porque aunque desde los 90 se han hecho una serie de reformas tributarias lo concreto es que en nuestro país, por mandato constitucional, se  exige que todos los recursos que se recaudan son para el tesoro nacional.

Lo que queda claro es que el norte, y su gente, aportan al país de una forma complemente asimétrica en virtud de lo que recibe a cambio. El poder central ahoga sistemáticamente las posibilidades de desarrollo de los territorios y los resultados saltan a la vista todos los años.

Nuestro diseño administrativo como país redistribuye los recursos según variables de pobreza y tamaño de la población, entre otras, pero no considera la justa compensación respecto de los recursos naturales (la mayoría no renovables) que provienen de nuestro territorio. Hace enfrentarse a las comunas por el puñado de plata que se dispone desde los despachos del centro de Santiago y, como si fuera poco, obliga a las comunas rurales a competir contra las urbanas, un circulo perverso que destruye la capacidad de cohesión social local.

El norte cuenta con malos resultados en educación, con déficit en el número de especialistas médicos, con una falta de vivienda y ciudad, que nos coloca como primeros en los índices de tomas ilegales de terreno y campamentos. La seguridad pública escasea, la verdad es que mientras nosotros somos la puerta del narcotráfico, ellos van al teatro y disfrutan con los recursos que les enviamos mes a mes a sus cuentas bancarias.

Nuestro diseño administrativo como país redistribuye los recursos según variables de pobreza y tamaño de la población, entre otras, pero no considera la justa compensación respecto de los recursos naturales (la mayoría no renovables) que provienen de nuestro territorio.

La explotación de los recursos naturales provoca grandes pasivos ambientales, particularmente la destrucción de fuentes de agua.

Los gobiernos y sus programas prometen “aliviar” esto con algunos proyectos como hospitales, carros policiales, unos caminos por allá y unas cuantas casas de 80 metros cuadrados por acá. Pero la realidad es que en lo profundo no hacen más de seguir construyendo y reproduciendo un modelo de país centralista. Manteniendo la falsa idea   de que todas y todos somos lo mismo en el vasto  territorio nacional. No  comprenden ni  atienden a las múltiples diferencias que existen desde el extremo sur hasta el norte del país.

Cuando me refiero a que no somos lo mismo, no me refiero ni a la igualdad en derechos y deberes constitucionales, ni respecto de los derechos humanos. Me refiero a la enorme diversidad respecto a nuestra identidad y los territorios que habitamos, de como el modelo central chileno busca (desde el siglo XIX al anexar los territorios) homogenizar cultural, política, socialmente a las personas, expropiando nuestras economías para beneficio de una élite dominante.

Los gobiernos y sus programas prometen “aliviar” esto con algunos proyectos como hospitales, carros policiales, unos caminos por allá y unas cuantas casas de 80 metros cuadrados por acá.

Las regiones del norte del país somos para el centro un lugar de extracción de recursos y no un lugar para generar desarrollo y bienestar de las personas.

El siglo XXI es un tiempo lleno de oportunidades para el norte de Chile. Tenemos la mayor radicación solar del planeta, litio, minerales para las próximas décadas, podemos ser productores mundiales de hidrogeno verde.

Cómo desarrollarnos en un contexto global, en un país con una falta de cohesión social, política y territorial enormes que no parece por lo pronto crear bases para que esto mejore?

La pregunta que debemos hacernos es si seguiremos tolerando un modelo centralista que se aprovecha de nuestros recursos ahogando toda posibilidad de desarrollo. No es posible seguir en la senda que se nos ha impuesto desde la guerra del pacífico. En un proceso exponencial de globalización la mejor forma de equilibrar las fuerzas es justamente el desarrollo local y la autonomía territorial.

La alternativa, es construir un nuevo modelo de Estado que brinde autonomía a las regiones del país, sea capaz de construir verdadero desarrollo local, por supuesto, logrando mantener una base solidaria con aquellos otros territorios del país más desfavorecidos. Un proceso de autonomía regional incluso trae oportunidades a lugares históricamente rezagados, porque permitiría inyectar recursos para crear nuevas fuentes de desarrollo y no seguir dependiendo de las limosnas de un Estado central que lo concentra todo.

No será posible que desde el centro se den cuenta de un día para otro, lo que en los últimos 170 no han hecho. Por ello, es importante comenzar a abrir una discusión ahora, y aprovechar el debate constitucional para generar la fuerza social, política y económica para avanzar hacia un proceso de mayor autonomía política y económica del país y junto con ello mejorar el bienestar y el futuro de las personas que aquí habitamos.

El futuro trae desafíos enormes. Vivimos una era de cambios muy rápidos y no podemos seguir creyendo que otros vendrán ayudarnos mágicamente. Sólo nosotras y nosotros podremos hacernos cargo de nuestro propio destino, y para que eso ocurra debemos estar preparados en todas las dimensiones de la misión.

Sociólogo, Máster en Medio Ambiente: Dimensiones Humanas y Socioeconómicas.Fundación Imagina Tarapacá

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