La falsedad de Rojas Vade duele en lo profundo, pues es efectivo que en Chile es el bolsillo el que determina si puedes pagar un tratamiento contra el cáncer.
«Chile es un país serio»; «Los jaguares de Latinoamérica»; «Un oasis»… «No lucho contra el cáncer, lucho para pagar la quimio». ¿Qué tienen en común todas estas frases? Todas son mentira.
Lo son en distintos niveles, algunas son graves y hieren la fe pública. Otras son menos graves, pero siguen siendo mentiras que nos contamos para vivir en paz.
La falsedad de Rojas Vade duele en lo profundo, pues es efectivo que en Chile es el bolsillo el que determina si puedes pagar un tratamiento contra el cáncer. Es una enfermedad que arrebata todos los años 28 mil compatriotas de los brazos de sus familias.
El que suscribe este posteo perdió a su padre de esta manera. Así las cosas, no es posible afirmar que esto se trata de ‘una’ mentira. El reportaje de La Tercera desnuda un sistema de falsedades con detalles muy precisos. No es una situación puntual.
Otras tantas son las mentiras que nos contamos para vivir tranquilos. Nos tenemos convencidos de un país que no es tal. Numerosas autoridades adornan la realidad para hacernos escapar de la mediocridad cotidiana.
Las élites nos convencen de que su dominación es benevolente. Que perdonemos sus delitos tributarios, sus crímenes de cuello y corbata, sus colusiones, sus abusos. Son errores, nos dicen. Los delitos los cometen los pobres, soslayan. Lo cierto es que se encubren, se disfrazan con eufemismos de moda. «Damos trabajo, ¿cómo nos van a enjuiciar?». Y entre tanto, la vida sigue.
Vargas Llosa en su libro «La Verdad de las Mentiras» nos dice que la literatura es una forma especial de mentira. Son mentiras que nos contamos para expandir los límites de la realidad, para vivir y soñar otras vidas que no tenemos. De alguna forma la creatividad humana se apalanca sobre la base de dichas mentiras. Isabel Allende confesó en una entrevista que todos los recuerdos tienen un sazón de mentira, ello porque en la estructura cerebral la zona que recuerda colinda con la zona que se moviliza para mentir.
La mentira de Rojas Vade no tiene la fascinación que nos provoca la literatura. Tiene solo la fría brutalidad que se metió en nuestras conversaciones como malestar. Ese malestar que nos recorrió al enterarnos de la mentira de Rojas Vade fue colectivo. Hubo rifas, solidaridad, empatía con un dolor inexistente. O quizás existente. Pero por otras razones. ¿Cuales fueron dichas razones? ¿Se merece la ciudadanía toda, desde luego sus votantes, la verdad definitiva? El tiempo dirá la verdad…o las mentiras que nos contaremos para dormir tranquil@s...