En el Perú post elecciones reina la intriga, la zozobra y la incertidumbre. Según los cronistas coloniales y del inicio de la República, Lima siempre ha sido un hervidero de chismes, rumores y desconfianzas. O sea, lo de estos días es lo mismo de siempre.

Como sino fuera suficiente que Keiko se apellidara como se apellida, desde una prisión llena de corruptos se filtró una conversación sacada de los 90, el mismísimo Vladimiro Montesinos, mano derecha del dictador Fujimori, entregaba «consejos» para comprar a jueces de la justicia electoral a fin de evitar el triunfo del Profesor Castillo.

Como si alguien hubiese rebobinado una cinta de VHS aparecían en escena el prematuro y silente fantasma del dictador que agoniza, el dinero que compra y ese poderoso que intenta no parecerlo.

Vladimiro Montesinos, se escucha en las grabaciones de las llamadas hechas desde el penal, está ofuscado y preocupado. Ofuscado porque lamenta que no le hicieran caso en sus recomendaciones: arreglar la amenaza de Castillo con anterioridad y de otra manera. Preocupado… porque, piensa el tío Vladi , como lo llamaba la pequeña Keiko, si no gana «a la niña la van a meter presa».

Y entonces se han desatado todos los espectros por las calles de Lima, con sus damas tapadas, sus pasadizos secretos, sus insidias, chismes, especulaciones y miedo… mucho miedo.

Montesinos es un voyeur perpetuo… lo suyo es la escucha en secreto, observar horas y horas de grabaciones de enemigos o de sus»clientes de coimas», sus funcionarios y hasta de sus jefes. Manejó el Perú por décadas y toda su vida ha usado la extorsión como la principal herramienta política de su quehacer.

En medio de esta hora aciaga, abrió su boca, habló, fue grabado (quizás sabiendo que estaba siendo grabado) para recordar a los peruanos y peruanas que la historia, su historia, es un eterno loop de ida y regreso.

 

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