“Problemas iniciales” se titula la caricatura que en la edición de este martes 6 de Julio del 2021 entrega El Mercurio. El dibujo muestra a mujeres y hombres desorientados y desordenados, resaltando a las y los convencionales indígenas. Todos escuchan a un hombre erguido, delgado y bien peinado quien les dice que sesionarán en el Teatro Caupolicán, porque ese recinto no tiene problemas de aforo y que ante cualquier diferencia extrema se podría reinstalar el ring, como en las clásicas veladas de antaño.
El dibujo muestra a personajes grises y pone la idea fuerza que será una convención de combate y violenta. Una imagen muy distinta a la que el país pudo observar en la instalación de la convención constitucional. No aparecen la diversidad de orígenes, ciudades, regiones y lenguas. Y lo más importante no aparece la voluntad que la mayoría de los constituyentes ha manifestado: construir un mejor país refundado desde la confianza y la justicia.
El discurso de Elisa Loncón fue una vendimia de bellas palabras. Aparecieron los ríos, los profundos bosques, la gente sencilla del norte y del sur, las niñas y niños y los que ya están por partir. La memoria de Traiguén y con ella la de tantas y tantos acallados por el plomo o el poder. A pesar de todo, la voz de nuestra Presidenta, no invitaba a un ring, sino a un nuevo país.
Es cierto, que una constitución hecha por la misma gente de siempre hubiese empezado distinta. Habrían existido más ternos oscuros, canas y los orígenes habrían sido similares. Se habrían abrazado y cuchicheado porque se conocen desde el kínder. Escribir una constitución con quienes han quedado siempre fuera de ella, es profundamente más complejo. Eso es lo que hace a este proceso constituyente, bello y épico.
En el 2019 circuló profusamente un estudio de la Universidad de Santiago de Compostela que, analizando pinturas históricas de la dinastía de los Habsburgo, determinó que hay una relación directa entre la deformación facial de los reyes que gobernaron España entre los siglos XVI y XVII y la comprobada endogamia.
Una de las pinturas analizadas es la del último rey Habsburgo, Carlos II el hechizado, quien según los historiadores presentaba debilidad muscular y retraso en el habla. Francisco Ceballos, Doctor en Genética afirma que “Su coeficiente de consanguinidad era el mismo que si hubiera sido concebido mediante incesto”. Con Carlos II se terminó la dinastía porque no logró tener descendencia. 200 años de reinar entre parientes fue mucho tiempo y siempre pasa la cuenta.
Los problemas iniciales han sido de micrófonos, de espacios, no de voluntad de acuerdos. Es justamente la multiplicidad de voces la que nos asegura que nuestra constitución no será un retrato de los Habsburgo, será una pintura que con prolijo pincel muestre los detalles de cada rincón de Chile. Tendrá tantos colores como la vendimia lingüística que nos regaló nuestra Presidenta Loncon.