¿Cómo no recordar a Rafaella, a la Carrá, a la diva? Que por estas latitudes fue conocida, en mayúsculas, en aquella década de los ’80 marcada por la dictadura. En la trasnoche de TV, en blanco y negro, comenzó a sonar y ocupar un espacio en nuestras vidas con su rol estelar en «Cancionísima» un programa que traspasó fronteras. Pero no fue sino en 1982 cuando, tras ser electa la primera Reina del Festival de Viña, se transformó en todo un símbolo de energía, sensualidad y algo, algo, de provocación.

Digo algo porque al tiempo nos enteramos de una Rafaella que la Dictadura nos ocultó. El desenfado de sus letras levantó más de una ceja entre los viejos y las viejas vinagre que censuraban todo en tiempos de Pinochet. Una de sus más célebres canciones decía que «para hacer bien el amor hay que venir al sur«; pero entre nosotros se popularizó bajo la deslavada expresión: «para enamorarse bien hay que venir al sur«. La señal del establishment pinochetista era clara, por acá la gente se enamora … no tiene sexo, válgame Dios.

Pero nos ocultaron también a esa otra Rafaella que, quizás, haya sido más molesta y peligrosa para la casta cívico-militar:  sus juicios políticos. Ya en 1978 la italiana había afirmado que  ella «siempre votaba comunista» y a la hora de cualquier pugna estaba del lado de los trabajadores. Hay testimonios de tramoyas, periodistas y bailarines, que dan cuenta de su interés por las condiciones laborales de los trabajadores de la cultura. Esa Rafaella, esa otra Rafaella, nunca fue mostrada a nosotros, pero está ahí hoy en tantas líneas dedicadas a su nombre. Valgan estas también para dar cuenta de su verdadera impronta,

Adiós Rafaella

Adiós, amiga
Goodbye, my friend
Chau, chau, amigo
Arrivederci, auf wiedersehen
Adiós, amigo
Goodbye, my friend
Sigue a la banda
Que con la banda todo va bien

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