Al principio fue un murmullo y franco entusiasmo después. Entre los lectores avezados y pandémicos, comenzó a sonar con fuerza un nombre  acompañado de loas, recomendaciones y reseñas: Aurora Venturini.

Pronto nuestras librerías dieron cuenta de esos juicios febriles y desde sus estanterías los títulos de la escritora argentina comenzaron a desaparecer. Preso de tal influjo acudí a una en su búsqueda, sus obras más célebres ya no estaban entre nosotros. Así que, tras preguntar por «Las Primas» o «Las Amigas», constatando mi entusiasmo tardío, no pude sino conformarme con  «El Marido de mi Madrastra» (Tusquets, 2021) que me acompañó de regreso a casa.

Y bueno, todo lo que se había dicho de ella era cierto. Con recelo había escuchado a personas, que considero lectores exigentes, delirar. Pero la verdad es que no hacían sino sólo reproducir el ethos del relato de Venturini, cargado de poesía disruptiva, de imágenes grotescas, de un lenguaje contenido y explosivo a la vez.

Y, entonces, me adentré en su biografía y ciertamente la suya parece la vida de uno de sus personajes, Aurora Venturini (1922-2015) fue una profesora, traductora y escritora discreta; en los ’50 exiliada en Francia, contertulia de Jean Paul Sartre, Simon de Beauvoir, Albert Camus y Eugene Ionesco, entre otros; peronista de cepa, íntima de Evita, en fin.

La suya podría haber sido también una existencia discreta, excepto que a los 87 años se le ocurre presentar «Las Primas» a un concurso literario organizado por Página 12. El jurado quedó maravillado con el estilo de lo que consideraron una joven promesa, una voz completamente nueva en el medio. Y luego fue el torbellino, las ventas abultadas, la crítica embobada, los premios internacionales y reconocimientos, en fin. Hasta que 6 años después, muere.

Leer las entrevistas que le hicieron es una delicia. Lo suyo es el juicio certero y descarado, sin pedir permiso, con desparpajo. Ese tono que tienen tanto los jóvenes como los viejos, en eso son iguales; los primeros no valoran la mesura por ignorancia, los segundos, porque ya les da exactamente lo mismo, que el desparpajo es un derecho bien ganado.

El «Marido de mi Madrastra» es una serie de relatos con un hilo conductor, la verborrea de la autora. Sus historias son extraídas de la realidad; Máxima Bellini, protagonista del cuento que da nombre al libro, reúne en si inocencia, callada amargura y violencia justiciera; la fuerza de este relato es conmovedora, tanto que las voces perduran en tu cabeza tras haber cerrado el libro. Cómo la propia Venturini, que nos sigue hablando con descaro, aún a través la muerte y en cada verso encerrado en prosa.

Unos fantasmas de cuando en cuando vienen a revelarme secretísimos misterios resguardados con saña encima de mi persona y de mi ánima. Los fantasmas levantan apenitas una punta del velo y a medida que corren las aguas debajo de los puentes me es dado ver algo más que los soeces ocultan de inmediato. No sé cuando veré el panorama total que oculta la insensible manta tramada que cubre mi origen. Si pudiera liberarme, comprendería de dónde he heredado tan extensas amarguras y tan extremas penas, como así también tan espectaculares euforias. Las medianías, las medias tintas, no son mi manera. Estoy hendida de bipolaridad.

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