Voy a contar una historia de viejos.

Los primeros años después del golpe las oficinas púbicas fueron inundadas con afiches de propaganda de la Junta Militar. También había fotos oficiales con los cuatro sonrientes uniformados, nuevos jefes de la república. Pero, entre mis recuerdos de niño que no llegaba a los 10 años, sobresalen los afiches, grandes, coloridos y de todo estilo.

“No escuche al general Rumor” por ejemplo, una caricatura de la sombra de un oficial cadavérico, claramente cargado de maldad, era el verdadero jefe de la subversión, el mayor peligro “el rumor”. ¿Cómo se le combatía? Bueno, escuchando los medios oficiales y …denunciando a quienes propagaban informaciones falsas.

Pero de todos los afiches, eran muchos, hay uno que en especial guardó un espacio imborrable en mi memoria.

Era una niña pequeña, que abrazaba un peluche, muy fuertemente. Miraba con desconfianza y recelo a la cámara. Arriba rezaba: Nadie puede ser despojado de lo que le pertenece.

Era una imagen fuerte, que apelaba a la candidez de la niñez, instalando el derecho de propiedad en el ámbito de lo atávico y natural. Una aseveración tan lógica como evidente.

Años después los medios de comunicación, todos serviles al régimen y su ideología, reforzaban esta idea básica en niveles más sofisticados. La lectura de la prensa de la dictadura fue un verdadero catecismo del neo liberalismo donde la ley de la oferta y la demanda era su padre nuestro y la maldad intrínseca del Estado, su rosario.

Sería bueno considerar este proceso de adoctrinamiento para buscar explicaciones, quizás por ahí entendamos porque el cuestionamiento de la estructura económica no fue prioritaria para la generación que hizo la transición. Además del ambiente de “triunfo” total, en los ’80 y ’90, del neo liberalismo en gran parte de occidente.

Ese oso y esa niña era una imagen tan inocente como … maléfica, pero a los 10 años es difícil darte cuenta de aquello.

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